miércoles, 16 de enero de 2019

MI PRIMERA TRASHUMANCIA DE VERANO
junio de 2014

Esta vez se hace el itinerario contrario al de invierno. Ahora se buscan en Gredos los pastos que ya escasean en las dehesas extremeñas.

 Se sale desde la finca extremeña donde ha pasado el invierno el ganado y se pasa por las provincias de Cáceres, Toledo y Ávila, en la que se sube el Puerto del Pico por la calzada romana y, tras una jornada más se alcanza Navadijos, donde reciben a la ganadería con una fiesta por todo lo alto.

Por el camino vamos dejando atrás 10 dias de largas jornadas, hasta el tardío anochecer de verano, momento en que se para, una vez que las vacas han comido y bebido. Entonces se encierra al ganado o se le rodea con un pastor eléctrico, se desaparejan y amanean los caballos y se prepara la cena y lo necesario para pasar la noche.

Como se puede suponer, durante las horas centrales del día el sol calienta sin reparos, pero se aguanta bien, ocupados en resolver las incidencias propias de este tipo de traslado de ganado (paso de carreteras, recorridos por las mismas, vacas despistadas o intrépidas aventureras, etc.) y entre chascarrillos, bromas y charlas con los compañeros. Las paradas para que las vacas coman y beban se aprovechan para ponerse a la sombra, si la hay, y para tomar un trago de agua o vino fresquito.

A medio día la parada, larga esta vez, de la comida, tertulia y pequeña siesta reparadora. Cuando el sol ya deja de quemar y sólo calienta se reemprende el camino hasta que oscurece, las vacas te lo demandan.

Las noches suelen ser cálidas y por ello la cena y sobremesa se alargan, aunque el madrugón veraniego no perdona, así que no se duerme mucho, pero la siesta compensa algo. Cuando se llega a la Sierra la temperatura nocturna baja bastante y hay que abrigarse para poder mantener la buena costumbre de la tertulia.

La vida en la trashumancia, tanto la de invierno como la de verano, es dura. Las jornadas a caballo suelen llegar a las 8 horas y, en total, se pueden alcanzar las 12 o 13 horas de actividad en verano.

Como decía un amigo (Jaime), que fue entrevistado por una periodista de un periódico de Ávila: "estas experiencias son inolvidables porque suponen dejar la cómoda vida urbana, empeñarte en superar unos retos y poner a prueba la capacidad de resistencia y de convivencia con gente muy dispar y con la naturaleza en estado puro".

Al fin y al cabo, ¿qué más dará que te queme el sol?, ¡haberte dado crema! ¿Qué importa que te moje la lluvia?, eso es sanísimo para la piel. ¿Qué pasa por pasar un poco de frio o de calor?, así recalibramos nuestro termostato corporal que suele estar falseado con tanta calefacción y con tanto aire acondicionado. Y si nos mojamos un poco al pasar un rio o al galopar por la orilla de un embalse, ¿qué pasa?, pues que te lo pasas bien.

Además no hay que olvidarse de las relaciones humanas que se practican y de las habilidades sociales que debes utilizar y que pocas veces lo hacemos en nuestra cotidiana y rápida vida urbana: humildad, comprensión, paciencia, colaboración y sobre todo capacidad de escuchar.

Luis Baile

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