viernes, 8 de marzo de 2019

MUJERES TRASHUMANTES



“SIEMPRE HEMOS TRABAJADO CON ELLOS, PERO A SU SOMBRA”


El papel que las mujeres desempeñan en el mundo rural es fundamental y visibilizarlo es uno de los objetivos de la Asociación Trashumancia Sierra de Gredos. En un día como hoy, queremos acercarnos y conocer más a las mujeres trashumantes, para celebrar los triunfos logrados y plantear los problemas que aún quedan por resolver.
En esta ocasión me permitiré hablar en primera persona. A mis 21 años puedo decir que he tenido la suerte de vivir en varias ocasiones la experiencia de realizar el viaje trashumante. Digo que he tenido suerte porque, seguramente, no pretendía el destino que yo acabase escribiendo hoy estas líneas. Nací en Madrid, pero ya se sabe que uno no es de donde nace, sino de donde pace. O por lo menos, uno no es solo de donde nace. Pasé desde de pequeña los veranos en el pueblo de mi abuela, Navadijos, hasta ahora que paso aquí todo el tiempo que los estudios me permiten. Los hermanos García Santana hicieron posible que conociese todo esto y que me enamorase de ello. Tras unas cuantas historias en las vías pecuarias que unen Ávila con Extremadura, me atreveré a incluirme tímidamente entre las mujeres trashumantes para traeros la historia de algunas integrantes del grupo de Ganaderas En Red y la mía propia.
Como os contaba antes, he bajado el Puerto del Pico en días de tormenta y he sufrido algún golpe de calor en las extensas llanuras extremeñas. Sin duda, este es un trabajo duro, pero muy gratificante. Lo que más me gusta es todo lo que he aprendido en este tiempo y lo que sé que me queda por aprender. Nunca me he sentido discriminada por lo míos por el hecho de ser mujer, siempre me han enseñado y me han valorado, y creo que ese es uno de los motivos que han hecho que me interese tanto en esto de la trashumancia. Entre nosotros el reparto de tareas nunca ha tenido nada que ver con el género. Las tareas de apoyo las suelen realizar hombres y yo siempre he realizado el camino subiendo a un caballo por la mañana y bajando por la noche. Todos hacemos un poco de todo en la medida que podemos. Sin embargo, sí siento que existe el pensamiento de que lo femenino no tiene nada que ver con esto. Yo no creo que debamos parecernos más a los hombres para poder ser mejores en esto, creo que podemos seguir siendo nosotras. Encontramos dificultades, pero también formas de superarlas.
El Libro Blanco de la Trashumancia expone que la mujer suele realizar tareas de apoyo, tales como llevar los coches o preparar la comida en los descansaderos. Considero que esta es una tarea fundamental, pero que hoy en día existe, además, otro perfil de mujer trashumante, que he podido conocer más a fondo de la mano de Violeta, Amalia y María.
Violeta es de León y realiza la trasterminancia con ovejas, una variante de la trashumancia en recorridos más cortos. Sube a su rebaño junto a su marido y con la ayuda de amigos y familiares a los puertos de verano. En abril andan durante dos días hasta media montaña, donde el ganado espera hasta julio para subir a dichos puertos.
Explica que dos personas caminan junto al ganado y otra les acompaña con el coche de apoyo. A veces se queda en la majada cuidando a los animales que no pueden continuar el camino y lleva comida y ropa a los pastores, y otras recorre las veredas.
Además, cuenta que conoce varias mujeres trashumantes en su zona. Y es que, he podido observar que existe una gran diferencia en cuanto a la imagen que se tiene de la mujer rural entre el Norte y el Sur de España. Violeta asegura que en el Norte, que una mujer sea ganadera se ve como algo normal, que están más acostumbrados. “Sí encontramos problemas comunes con el tráfico en las carreteras que atraviesan las cañadas o con el deterioro de algunos tramos de camino”, añade.
Amalia, andaluza que lleva sus cabras y ovejas a Sierra Nevada en los meses de calor, coincide con Violeta y dice que en el Sur existen más diferencias entre hombres y mujeres en los trabajos del campo. Explica que en el Norte las sociedades son tradicionalmente más matriarcales, por lo que no extraña ver a mujeres al frente de grandes rebaños. Esto es una muestra más de que los problemas que existen son culturales y no de capacidad.
Dice que en la zona en la que ella vive hay pocas mujeres que se dediquen a la ganadería. Asegura que le ha costado hacerse un hueco, sin embargo ahora se siente respetada. “¿Dónde está tu padre? ¿dónde está tu hermano?”, eran preguntas frecuentes que le hacían a Amalia cuando trataba con otros ganaderos en las ferias. “No, aquí con la que tienes que hablar es conmigo”, respondía ella. Considera que todavía quedan cosas por hacer para dejar de ser “la mujer de” o “la hija de”.
María recorre 450 km aproximadamente que separan Guadalaviar (Teruel) de La Carolina (Jaén) con vacas y ovejas. Cuatro familias, entre las que se encuentran la de su hija y su sobrino, caminan durante casi un mes cruzando la Península Ibérica. Ella se encuentra entre los seis trashumantes que recorren las veredas cada día del viaje, ayudados por familiares y amigos.
Cuenta que de entre las mujeres que colaboran, ella es la única que puede hacer la vereda todos los días, ya que ahora sus hijos son mayores. Este es otro problema con el que se encuentran las mujeres a la hora de hacer la trashumancia. Es un camino largo y duro, y hasta que los hijos son mayores, lo común es que sea la mujer quien lleva la carga familiar. Explica que ahora su hija tiene que ocuparse de sus hijos y que cuando el ganado todavía se encuentra cerca de casa pueden ayudar haciendo tareas de apoyo, pero cuando están lejos es complicado.
De hecho, el Libro Blanco de la Trashumancia plantea el problema de la doble residencia de los ganaderos trashumantes, ya que tienen que vivir en dos lugares alejados, generalmente en dos Comunidades Autónomas diferentes, durante largos periodos de tiempo. Esto se traduce en dificultades relacionadas con el empadronamiento o la escolarización, a lo que hay que sumar otras circunstancias como las diferencias en los planes de estudios, cuya regulación es autonómica. Esto obliga a que uno de los miembros de la familia no pueda ausentarse de la residencia principal tan largos periodos de tiempo, y quien suele desempeñar este papel es la mujer.
Yo le preguntaba a María si creía que las mujeres tienen que demostrar más que los hombres como trashumantes o ganaderas en general, para ser respetadas. Me contestó que ellas no tenían que demostrar nada más, sino que tenían que empezar a ser valoradas. “La mujer sirve para el campo y tiene que ser visible”, dice. Asegura que ella aprendió mucho de su marido, pero que ahora que sabe puede hacer lo mismo que él. “Siempre hemos trabajado con ellos, pero a su sombra”, añade.
Lo que más le gusta a María de su trabajo es el vínculo que se crea haciendo el camino, lo que la gente le aporta y lo que los animales aportan al medioambiente. Terminó diciendo: “me llena saber que estoy haciendo una labor buena para todos, esperemos que no nos corten las alas”, y a mí no se me habría ocurrido una mejor forma de acabar este artículo.






Marta Argota Puebla

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