“SIEMPRE HEMOS TRABAJADO CON ELLOS, PERO A SU SOMBRA”
El papel que las mujeres
desempeñan en el mundo rural es fundamental y visibilizarlo es uno de los
objetivos de la Asociación Trashumancia Sierra de Gredos. En un día como hoy, queremos
acercarnos y conocer más a las mujeres trashumantes, para celebrar los triunfos
logrados y plantear los problemas que aún quedan por resolver.
En esta ocasión me permitiré
hablar en primera persona. A mis 21 años puedo decir que he tenido la suerte de
vivir en varias ocasiones la experiencia de realizar el viaje trashumante. Digo
que he tenido suerte porque, seguramente, no pretendía el destino que yo
acabase escribiendo hoy estas líneas. Nací en Madrid, pero ya se sabe que uno
no es de donde nace, sino de donde pace. O por lo menos, uno no es solo de
donde nace. Pasé desde de pequeña los veranos en el pueblo de mi abuela,
Navadijos, hasta ahora que paso aquí todo el tiempo que los estudios me
permiten. Los hermanos García Santana hicieron posible que conociese todo esto
y que me enamorase de ello. Tras unas cuantas historias en las vías pecuarias
que unen Ávila con Extremadura, me atreveré a incluirme tímidamente entre las
mujeres trashumantes para traeros la historia de algunas integrantes del grupo
de Ganaderas En Red y la mía propia.
Como os contaba antes, he bajado
el Puerto del Pico en días de tormenta y he sufrido algún golpe de calor en las
extensas llanuras extremeñas. Sin duda, este es un trabajo duro, pero muy
gratificante. Lo que más me gusta es todo lo que he aprendido en este tiempo y
lo que sé que me queda por aprender. Nunca me he sentido discriminada por lo
míos por el hecho de ser mujer, siempre me han enseñado y me han valorado, y
creo que ese es uno de los motivos que han hecho que me interese tanto en esto de
la trashumancia. Entre nosotros el reparto de tareas nunca ha tenido nada que
ver con el género. Las tareas de apoyo las suelen realizar hombres y yo siempre
he realizado el camino subiendo a un caballo por la mañana y bajando por la
noche. Todos hacemos un poco de todo en la medida que podemos. Sin embargo, sí
siento que existe el pensamiento de que lo femenino no tiene nada que ver con
esto. Yo no creo que debamos parecernos más a los hombres para poder ser
mejores en esto, creo que podemos seguir siendo nosotras. Encontramos
dificultades, pero también formas de superarlas.
El Libro Blanco de la
Trashumancia expone que la mujer suele realizar tareas de apoyo, tales como
llevar los coches o preparar la comida en los descansaderos. Considero que esta
es una tarea fundamental, pero que hoy en día existe, además, otro perfil de
mujer trashumante, que he podido conocer más a fondo de la mano de Violeta,
Amalia y María.
Violeta es de León y realiza la
trasterminancia con ovejas, una variante de la trashumancia en recorridos más cortos. Sube a su rebaño junto a su marido y con la ayuda de amigos y
familiares a los puertos de verano. En abril andan durante dos días hasta media
montaña, donde el ganado espera hasta julio para subir a dichos puertos.
Explica que dos personas caminan
junto al ganado y otra les acompaña con el coche de apoyo. A veces se queda en
la majada cuidando a los animales que no pueden continuar el camino y lleva
comida y ropa a los pastores, y otras recorre las veredas.
Además, cuenta que conoce varias
mujeres trashumantes en su zona. Y es que, he podido observar que existe una
gran diferencia en cuanto a la imagen que se tiene de la mujer rural entre el
Norte y el Sur de España. Violeta asegura que en el Norte, que una mujer sea
ganadera se ve como algo normal, que están más acostumbrados. “Sí encontramos
problemas comunes con el tráfico en las carreteras que atraviesan las cañadas o
con el deterioro de algunos tramos de camino”, añade.
Amalia, andaluza que lleva sus
cabras y ovejas a Sierra Nevada en los meses de calor, coincide con Violeta y
dice que en el Sur existen más diferencias entre hombres y mujeres en los
trabajos del campo. Explica que en el Norte las sociedades son tradicionalmente
más matriarcales, por lo que no extraña ver a mujeres al frente de grandes
rebaños. Esto es una muestra más de que los problemas que existen son
culturales y no de capacidad.
Dice que en la zona en la que
ella vive hay pocas mujeres que se dediquen a la ganadería. Asegura que le ha
costado hacerse un hueco, sin embargo ahora se siente respetada. “¿Dónde está
tu padre? ¿dónde está tu hermano?”, eran preguntas frecuentes que le hacían a
Amalia cuando trataba con otros ganaderos en las ferias. “No, aquí con la que
tienes que hablar es conmigo”, respondía ella. Considera que todavía quedan
cosas por hacer para dejar de ser “la mujer de” o “la hija de”.
María recorre 450 km
aproximadamente que separan Guadalaviar (Teruel) de La Carolina (Jaén) con
vacas y ovejas. Cuatro familias, entre las que se encuentran la de su hija y su
sobrino, caminan durante casi un mes cruzando la Península Ibérica. Ella se
encuentra entre los seis trashumantes que recorren las veredas cada día del
viaje, ayudados por familiares y amigos.
Cuenta que de entre las mujeres
que colaboran, ella es la única que puede hacer la vereda todos los días, ya
que ahora sus hijos son mayores. Este es otro problema con el que se encuentran
las mujeres a la hora de hacer la trashumancia. Es un camino largo y duro, y
hasta que los hijos son mayores, lo común es que sea la mujer quien lleva la
carga familiar. Explica que ahora su hija tiene que ocuparse de sus hijos y que
cuando el ganado todavía se encuentra cerca de casa pueden ayudar haciendo
tareas de apoyo, pero cuando están lejos es complicado.
De hecho, el
Libro Blanco de la Trashumancia plantea el problema de la doble residencia de
los ganaderos trashumantes, ya que tienen que vivir en dos lugares alejados,
generalmente en dos Comunidades Autónomas diferentes, durante largos periodos
de tiempo. Esto se traduce en dificultades relacionadas con el empadronamiento
o la escolarización, a lo que hay que sumar otras circunstancias como las
diferencias en los planes de estudios, cuya regulación es autonómica. Esto
obliga a que uno de los miembros de la familia no pueda ausentarse de la
residencia principal tan largos periodos de tiempo, y quien suele desempeñar
este papel es la mujer.
Yo le preguntaba a María si creía
que las mujeres tienen que demostrar más que los hombres como trashumantes o
ganaderas en general, para ser respetadas. Me contestó que ellas no tenían que
demostrar nada más, sino que tenían que empezar a ser valoradas. “La mujer
sirve para el campo y tiene que ser visible”, dice. Asegura que ella aprendió
mucho de su marido, pero que ahora que sabe puede hacer lo mismo que él.
“Siempre hemos trabajado con ellos, pero a su sombra”, añade.
Lo que más le gusta a María de su
trabajo es el vínculo que se crea haciendo el camino, lo que la gente le aporta
y lo que los animales aportan al medioambiente. Terminó diciendo: “me llena
saber que estoy haciendo una labor buena para todos, esperemos que no nos
corten las alas”, y a mí no se me habría ocurrido una mejor forma de acabar
este artículo.
Marta Argota Puebla
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